El famoso escritor norteamericano se cuenta entre los comensales ilustres que han pasado por nuestra casa a lo largo de sus más de cien años de historia. Y de su visita a Cachetero surgió una curiosa y simpática anécdota. Por todos es conocida la afición de Don Ernest a la buena mesa y en especial al buen vino, con el que en ocasiones se le iba un poco la mano.

Siempre hemos querido pensar que por ello, se «despistó» y después de haber disfrutado nuestras viandas con mucha tranquilidad, se levantó y marchó sin pagar. Por muy Hemingway que fuera, a la camarera, la archipopular y queridisima Floren, no le quedó otra alternativa que salir corriendo detrás de él, alcanzándolo ya en el Espolón. El escritor se excusó ante ella diciendo que volvería también al día siguiente a comer.

Por fortuna, Hemingway no pensó que se trataba de un encierro de San Fermín, porque si hubiera echado a correr no sabemos cómo habría terminado la anécdota. Pagó el buen hombre, pagó.